El suboficial principal de la Fuerza Aérea Pedro Prudencio
Miranda salvó a decenas de compatriotas al desactivar bombas de aviones
argentinos arrojadas por error a un buque de bandera nacional.
El 2 de mayo de 1982, las noticias de Malvinas corrían
rápido. La más importante, y quizá la más dolorosa para nuestro país, era el
hundimiento del Crucero ARA General Belgrano, con la pérdida de 323 hombres.
Sin embargo, un día antes había sido el bautismo de la
Fuerza Aérea Argentina (FAA), que reaccionó por primera vez en batalla al
ataque inglés contra Puerto Argentino. Eran momentos donde ambos bandos
combatían con ferocidad, pero que traía buenas nuevas para tierras pampeanas:
el rotativo de las 5.30 de la mañana informaba que nuestros Infantes de Marina
habían tomado posesión de la isla Soledad.
Esa valiosa acción se vio opacada, empero, por uno de los
primeros casos de "fuego amigo" entre las tropas nacionales, ya que
el buque mercante de la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) Formosa, que
transportaba suministros a las islas, fue bombardeado accidentalmente por una
escuadrilla de aviones A-4B de la FAA. De las 4 bombas que le tiraron, dos
cayeron al agua, una tercera también, previo rebote en el guincho de carga,
pero la cuarta hizo blanco, depositándose en la bodega y aún sin explotar.
Debido al peligro de seguir navegando con una bomba en su
interior, se le ordena al entonces suboficial auxiliar de la FAA Pedro
Prudencio Miranda designar un especialista para desactivarla, pero decide
emprender él mismo el riesgoso trabajo. Sus armas eran un destornillador, una
linterna que sostenía con la boca, pinzas y pocas herramientas más. Todo en una
bodega a oscuras. Y solo.
Treinta y cinco años después, en diálogo con La Prensa,
Miranda recuerda: "Después de ordenar la evacuación del buque, comencé
retirando trocitos por trocitos de cada parte de la espoleta. Trabajé con
aparente serenidad pero con temor, mirando de ratos la foto de mis hijos y
pensando: "me parece que ellos me piden calma". El tiempo parecía
interminable, y encima a pesar de la baja temperatura estaba mojado de
transpiración fría. En varias oportunidades tuve que parar y tranquilizarme, hasta
que por fin la bomba quedó inactiva".
Esa acción, junto al heroico salvataje de todos los aviones
y pilotos que se encontraban en la pista de Río Grande, desactivando 4 bombas
de un A-4Q Skyhawk de la Aviación Naval que se había accidentado, quedó registrada
en la memoria colectiva como uno de los grandes hitos de nuestras tropas por su
heroico valor en combate.
-Miranda, su actuación en Malvinas fue una de las más
valientes de la guerra, lo que le valió la condecoración más alta entregada por
el país. ¿Cómo se sintió al haber salvado vidas?
-Yo no estoy seguro de que mi actuación haya sido una de las
más valientes, pero sí fueron momentos en los que muchos estábamos en grave
peligro. Salvar la vida de mis compatriotas era salvar también la mía. En ese
momento sólo sentí que tenía que cumplir una tarea.
-¿Puede rescatar algún gesto o acción de la contienda de lo
que pueda sentirse orgulloso?
-Es muy cierto, por más justa que sea una guerra, es una
calamidad que hace sufrir al ser humano. Lo que quizá noté como más rescatable
fue cómo en una situación de riesgo inminente a perder la vida te hermanás con
tus compañeros. Eso hace que todos demos lo mejor para preservar la vida del
conjunto. Uno no se puede sentir orgulloso de haber estado en una guerra, pero
sí que estuviste defendiendo a tu patria.
-¿Cómo ve a la Fuerza Aérea Argentina? La baja de los Mirage
ha sido un duro golpe para la defensa del territorio nacional.
-Hoy la FAA está carente de corazón, porque el corazón son
los aviones, son la razón de su existencia. La desprogramación del sistema
Mirage fue durísima para todo el personal, pero sin lugar a dudas que lo que
más se sufre es la desprotección en la que queda nuestro cielo, ya que desde el
conflicto la Argentina fue perdiendo su capacidad operativa constantemente. Si
bien se compraron los A-4R a finales de los "90, estos estuvieron muy
lejos de equiparar los aviones perdidos en la guerra. Además, hubo falta de
mantenimiento y una canibalización de los aviones fuera de servicio para completar
otros, con lo que cual repercutió en muy pocas horas de vuelo para los pilotos.
Los Mirage eran muy importantes para el país, tanto por su capacidad
interceptora como de ataque, y por eso es clave comprar aviones que estén a su
altura o superiores. Es inútil tener pilotos y mecánicos capacitados si no hay
aviones.
-¿Cree que ahora la sociedad está reconociendo a los
veteranos de guerra?
-Estoy convencido de que la causa Malvinas está pegando
fuerte en nuestro pueblo, y eso hace que se hable mucho más del veterano. En lo
personal, yo me siento en deuda, ya que no pudimos, a pesar de todo el esfuerzo
y la sangre derramada, mantener la soberanía y que nuestra bandera flamee en
las islas.
No tengo nada que reprocharle a la sociedad. Todo lo
contrario, si bien sé que combatimos contra una de las grandes potencias del
mundo y apoyada por Estados Unidos, a la gente se le metió en la cabeza que
estábamos ganando la guerra y el final decepcionó a todos, incluso a muchos de
nosotros. Creo en tal sentido que quien sabe que dio lo mejor que pudo para el
cumplimiento del deber, el mejor reconocimiento proviene de la tranquilidad de
uno mismo.
La Prensa
Mis respetos a este Sr. Que no sólo demostró su profesionalismo y valentía sino acá, cvon sus palabras, su equilibrio, conocimientos e inteligencia.
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