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jueves, 21 de mayo de 2015

El heroico ataque del teniente de navio Owen Crippa a la flota británica

Ten. nav. Owen Crippa junto al Aermacchi MB339, Malvinas
El heroico ataque del  teniente de navio Owen Crippa a la flota británica

Owen Crippa nació en Sarmiento en plena pampa gringa, el 27 de Enero de 1951. Curso estudio secundarios en el colegio nacional Simon de Iriondo de Santa Fe.

Tras graduarse como guardiamarina en la Escuela Naval Militar se convirtió en piloto naval y en 1981 fue destinado a la primera escuadrilla de caza y ataque de Punta Indio.

Teniente de navio Owen Crippa VGM
Dotada con reactores Aermacchi de entrenamiento de caza avanzado el que será la co estrella de esta nota como ya veremos. Luego perteneció a la tercera escuadrilla, en la base Comandante Espora, esta vez piloteando los viejos pero eficaces A4 que vuela por primera vez el 4 de Marzo de 1982, por lo cual al iniciarse la movilización posterior al 2 de Abril lo dejan en tierra por falta de entrenamiento. Ese día nos cuenta este hombre con la humildad de los grandes, después de 4 horas, fumador empedernido, fácil carcajada contagiosa calma, se entera por la radio de la recuperación de Malvinas mientras estaba de guardia en la base y luego comparte la euforia con toda Bahía Blanca que festejo tanto o más que la victoria del mundial de 1978.

Después de varios intentos, consigue el traslado a la escuadrilla de Aermacchi, para poder participar del conflicto.

El arribo a Malvinas

El comportamiento, ánimo y entrega de mi gente en combate fueron inefables. Sin el esfuerzo, dedicación y profesionalismo de esos suboficiales los pilotos simplemente no podríamos volar.

Ni bien llegamos a Malvinas, en un Fokker F-28 de la aviación naval- que también burlaron el bloqueo británico durante todo el conflicto- al igual que los Hércules de la FAA. 

Al día siguiente me presente a mis superiores y fuimos a reconocer la pista. El panorama era desolador.
La pista con cráteres y escombros. Esquirlas, herramientas, municiones desparramadas por el barro. Los aviones fuera de la pista sobre planchas de aluminio para que no se enterrasen debían ser reparados.

Comenzamos a ordenar todo.

En una de las cuevas construidas con bolsas, con tierra y planchas de aluminio para una pista que nunca se armó, había municiones y raciones de combate. La otra funciono como nuestra “ central de operaciones”. 

Eran húmedas y estrechas, y afuera se improvisó una estufa con un tambor de 200 litros al cual nos acercábamos para “entrar en calor” cuando el frío se hacía insoportable. Cerca estaba el mar.

El encuentro con la flota británica en San Carlos

Al amanecer del 21 de mayo nos ordenaron despegar para apoyar al teniente Esteban con su sección del regimiento de infantería que resistía un desembarco ingles en San Carlos.

En nuestro comando la actividad era febril. Al darme instrucciones, mis superiores me informaron que los ingleses habían superado la posición de Esteban,  que no había caído prisionero, que se retiraba combatiendo y su situación era crítica. Además que el Endurance y dos buques más estaban en el estrecho y que debía salir con mis aviones artillados con cohetes y cañones para repeler ataques de helicópteros. Pedí bombas pues preveía enfrentamientos con buques, me dijeron que no.

Mi numeral, el Tte. Tallarico, estaba muy excitado y ya quería salir a la pista. Lo calme y le hice entender que era muy importante preparar la navegación y además contar con información de último momento antes de iniciar la misión.

Al llegar a la pista encontramos una rueda desinflada y un bombardeo había destruido el regulador  de presión, por lo que había que inflar directamente del cilindro de aire comprimido, y si este estallaba, podía matar al mecánico, pese a lo cual el Cabo Principal Reyes se ofreció a intentarlo. Me dispuse a ayudarlo cuando llego la orden de despegue inmediato, había que ir al frente y dar información de la situación.

Por doctrina no se contempla la operación de un solo avión en misiones de combate. La minima unidad son dos. Decidí salir solo; enojado porque no me dejaron portar bombas. No se porque, quería ir.

Trepe al único aparato en servicio, puse en marcha, probé sistemas, despegue y comencé a navegar según lo planificado. No me pude comunicar con el operador de la torre de control pero si con el radar y con el me mantuve en contacto. Los problemas de comunicaciones eran normales. Deje atrás puerto argentino, pase en vuelo rasante lateral monte Kent y próximo a Rincón del Zaino pude ver los primeros indicios de combate; helicópteros ardiendo e infantería dispersa buscando refugio. El operador de radar me informo que a partir de monte Kent podía atacar cualquier helicóptero porque no había ninguno propio en el sector pero no confíe en esta información pues no tenía modo de determinar si se trataba de ingleses o argentinos, así  que continúe hacia San Carlos sobre los restos humeantes de los combates.

El día era diáfano, salvo alguna formación de niebla que me hizo variar el derrotero previsto. El paisaje era bucólico, sol, aire calmo, gavietas. Resultaba imposible pensar que en ese lugar se estuviese desarrollando una guerra.

Apareció una silueta que parecía un buque. Navegue hacia ella hasta que determine que era la Roca Remolinos.

Luego salí hacia el mar buscando buques ingleses. No había ninguno. No entendía nada. Si a pocos kilómetros se estaba desarrollando una operación de desembarco anfibio como no iba a haber buques de apoyo.

Tras pasar Middle Bay y Punta Race aviste los primeros recostados sobre la margen oeste del estrecho San Carlos. El altímetro marcaba 600 pies . Seguí pegado a la ladera viendo sin ser visto. Quería llegar hasta San Carlos para observar exactamente que pasaba ahí.


Frente a mi apareció un helicóptero sea Linx “colgado” probablemente en misión de DAT (detección aérea temprana). Como no me vieron, lo puse en la mira. De repente a mi izquierda y al separarme de la cadena montañosa vi. gran cantidad de buques y la actividad de una gran maniobra de desembarco anfibio. No dude, era mucho más redituable atacar un buque que un helicóptero. Gire muy bruscamente hacia mi izquierda. La inercia me llevo a muy pocos metros del helicóptero. vi. el gesto de desesperación del piloto inglés. La panza de mi avión sobre su cara. Puso violentamente paso colectivo para “plancharse” sobre el mar. Sonreí pensando que no era su día. Dios lo había salvado. Yo tenía otros objetivos más apetecibles.

Enfile hacia el primer buque. Había practicado para usar una misma corrección de mira para disparar cañones y cohetes. No había tiempo en combate para corregirla. Apreté el disparador de los cañones de 30 mm y nada. –que lastima,- me dije. Haber llegado hasta aquí y que me falle el armamento.

Revise el sistema de armas y la “perilla maestra” no estaba conectada.

Corregí el grave error y comencé a disparar sobre la infraestructura del buque. Observaba los impactos sobre los emplazamientos de artillería y sobre la arboladura tratando de afectar su sistema de radar. Muy próximo a la nave se me trabo mi cañón izquierdo, alcance a disparar mis 8 cohetes zunni de 5 pulgadas y pase rasante sobre su arboladura.

Tenía tiempo para observar todo como en una película en cámara lenta.

Rodeado de buques, evalúe la situación. Si retornaba por donde había entrado me expondría a sus disparos pero si me escapaba entre ellos los expondría a su propio fuego. Fue lo que hice. Me planche sobre el agua y comencé a zigzaguear entre ellos hacia el refugio de una península próxima al frigorífico. Un buque a mi izquierda comenzó a dispararme. Entre los fogonazos distinguí uno típico de misil. Realice una maniobra evasiva. Mantenía todo el tiempo mi mano izquierda sobre la manija del asiento eyectable. Rece y continúe tratando de escapar de ese infierno.


Cuando sortee Punta Chancho creyéndome a salvo tierra por medio con mis atacantes, ¡sorpresa! había más buques en esa posición. Salte de un lado a otro viendo los impactos de artillería debajo de mí y recién me sentí más tranquilo al pasar la bahía de  Ruiz Puente y volar sobre tierra firme.

En pocos minutos vi y pensé tantas cosas que me parecieron un siglo. No podía creer lo que había visto. Si decía “había muchos buques” nadie estimaría lo que realmente era, así que volví para hacer un croquis de la ubicación de todas las unidades navales en mi anotador de rodilla orbitando a cierta distancia de la flota.



Luego escape hacia la zona de Puerto Darwin aunque era peligroso. Si era confundido con un enemigo podría derribarme la artillería propia como ya había sucedido, así que volé rasante suponiendo que les resultaría difícil dispararme si me detectaban y confundían.

Como no tenía contacto radial con puerto argentino salí nuevamente hacia el mar y allí si tuve contacto con el radar, quién sin verme en su pantalla me guío de regreso. Adopte rumbo 060 según indicaciones de control hasta observar el faro, reduje potencia, saque freno aerodinámico, baje tren de aterrizaje y tome pista.

Me alegro volver. Ordene revisar el avión y no pude creer que no hubiera recibido un solo impacto. Estaba en perfectas condiciones. Pedí que lo recargaran lo cual no fue posible pues las herramientas habían sido destruidas durante un ataque inglés.

Mientras seguíamos en “alerta roja” ya que los Harriers nos sobrevolaban fui al comando a informar. Según mi estimación había 12 buques ingleses entre fragatas,  destructores y naves de apoyo. Inmediatamente de pasado mi informe comenzaron a producirse las oleadas de A-4Q, Miragge y Dagger desde el continente comenzando así el periodo más negro de la task force.


Se puede decir con certeza que los comandantes argentinos cometieron el error estratégico de ingenuidad política u opinar que fallaron tácticamente al no atacar primero y en forma masiva a la logística británica, pero desde el punto de vista estrictamente profesional en lo que a nuestros pilotos de combate se refiere, tanto de fuerza aérea como de aviación naval, basta con remitirse a Sun Tzu: “si quieres saber cómo te fue en la guerra, pregunta a tu enemigo”.

“creo que los pilotos argentinos están demostrando una enorme  bravura. Sería tonto de mi parte no reconocerlo.” (John Nott, ministro de defensa británico al parlamento)

“los pilotos argentinos fueron muy valientes. Me dieron muchos dolores de cabeza, pero igual los admiro….los veíamos aparecer al ras del agua. Jamás hubiéramos imaginado eso”. (Almirante John Foster Woodward).

“las tripulaciones aplauden la bravura de los pilotos argentinos” (The Guardian, Londres, 25 de mayo de 1982, primera plana).

“Los pilotos argentinos se ganan el corazón de sus compatriotas y la admiración de sus enemigos” (The Miami Herald. 27 de mayo de 1982).

El teniente de navio Owen Crippa, por su arrojo y entrega a la patria, fue condercorado con la Cruz de la Nación Argentina al Heroico Valor en Combate.

6 comentarios:

  1. Qe huevos tuvo esta gente!! David contra Goliat y le hicimos cosquillas fuerte

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  2. Todos los argentinos, debemos a los combatientes de Malvinas, un gran homenaje.
    Una pomposa ceremonia militar, como jamás se haya hecho en nuestro país, para reconocer el valor y la abnegación de ese grupo de compatriotas, que se enfrentó a una poderosa fuerza extranjera, para defender nuestro territorio, aún a costa de perder la vida.

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  3. Ninguna medalla es suficiente cuando se arriesgó la vida en defensa de la patria. Cuanto ejemplo a la clase politica que nos gobierna.

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  4. tal ves tomen ofencivo mi comentario..pero mi gran homenaje a estos heroes es prometerles que algun dia volveremos y ese dia espero estar.para jurar gloria oh morir carajo!!por que asi como ellos se estan preparando nosotros tambien en silencio.en plato frio le vamos a servir le venganza.corremos con ventaja auque muchos no lo crean miedo es lo que les sembramos.

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  5. Don Guillermo lo conoci tambien en punta indio cuando era TN pilotazo

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