Juan Carlos Hernández, habló con emoción y reconocimiento
sobre la tarea cumplida en el Escuadrón Fénix
Nosotros juramos. Cuando decimos 'sí juro', lo hacemos con
el corazón y lo gritamos. Cuando decimos 'sí juro' lloramos porque se lo
estamos diciendo a la Bandera y a la Patria", dijo Juan Carlos Hernández,
emocionado a sus 60 años; un hombre convencido del papel que la historia le
ofreció, un combatiente que cada vez que habla de Malvinas, piensa en una
Gesta.
Veterano de Guerra, Hernández perteneció, con orgullo, al
Escuadrón Fénix. Días atrás y junto a otros, participó de una conferencia donde
hubo un reconocimiento a la tarea emprendida por ese grupo de hombres en 1982.
En Buenos Aires, esta actividad fue organizada por la
Asociación de Tripulantes de Transporte Aéreo y viajó junto a su hijo,
fotógrafo de UNO, en uno de los vuelos de despedida del ya mitológico
Fokker-27.
Esa actividad fue la excusa para volver a poner a Malvinas
sobre la mesa. Cada vez que un Veterano de Guerra habla, hay palabras que se
mezclan enseguida entre las anécdotas y la emoción: Patria con mayúscula,
honor, gloria, caídos, dignidad, reconocimiento o volveremos, entre otras
ocupan su lugar.
Hernández y el Escuadrón Fénix tuvieron una tarea
particular. A Malvinas fueron mucho antes de que la recuperación de las islas
fuera una noticia. Este hombre, cordobés pero radicado desde hace muchos años
en Paraná, pertenecía al Grupo I Aéreo Fotográfico de la II Brigada Aérea.
Entonces no había celulares y Google Maps era impensado: iban en aviones, en
Lear Jet, y sacaban fotos.
Esos primeros vuelos se hacían de madrugada y con engaños.
Por ejemplo, simulaban fallas en las aeronaves para justificar el retorno al
continente y sobrepasar ese territorio en manos de Inglaterra. "Ahora hay
satélites y demás, de todo aquello no queda nada", dijo Hernández y contó
que estos aviones estaban adaptados. Tenían como un cajón y en ellos contaban
con cristales de cuatro pulgadas que en la altura y a la velocidad del viaje,
no se empañaban.
Ahí se instalaban las cámaras de diferentes tipos de
distancia focal, según las escalas de vuelo. Este grupo de hombres solo
disparaba fotografías.
Estas aeronaves tienen la particularidad de que con solo
poner las coordenadas, llegan a destino. Ingresaron al país allá sobre el final
de los 70 y en la Fuerza Aérea lo volaban los más antiguos: el resto los miraba
pasar desde abajo.
"Nosotros éramos jóvenes y en Malvinas estábamos
totalmente convencidos: hicimos fotografía aérea y diversión", contó
Hernández.
Es raro el uso de esa palabra como una forma de combate,
diversión, pero se trata de una de las acciones heroicas que son reconocidas en
todo el mundo.
"Ellos tenían radares, hacían escuchas, inteligencia,
Chile nos traicionaba y nos mandaba al frente. Ellos sabían, por ejemplo,
cuántos aviones hacía despegar Argentina".
Los Learjet no llevaban armamentos, solo alguna 9 milímetros
reglamentaria en la cintura de los tripulantes. Pero esos hombres salían igual
y volaban a la par de aquellos otros, los de combate.
"Despegábamos juntos y para Inglaterra éramos 10 –de
combate– porque el Lear Jet vuela con el mismo régimen y velocidad que los
otros. En el radar nos veían y creían que los íbamos a atacar", contó
Hernández y explicó que una de las tareas era guiar al objetivo a esas
aeronaves preparadas para la lucha. Para hacerlo bajaban a nivel cero, las olas
del mar les pegaban en la panza, los radares del enemigo los perdían y la
misión se podía cumplir. Estos hombres, quienes hacían esta tarea, se pusieron
un nombre: Fénix, como el mitológico. "Éramos una banda, todos de la II
Brigada".
Siempre presente
El miércoles, Hernández viajó con dos de sus compañeros de
ese grupo. "Con los aviones hicimos vuelos de riesgo. Yo era cabo principal",
contó y así lo atestigua la página de Internet del Escuadrón Fénix, un sitio
donde además se cuenta toda la historia y están los nombres de cada uno de los
integrantes. Quienes quieran visitarla puede ingresar a
www.escuadronfenix.org.ar. Hoy, Hernández, es suboficial mayor retirado,
Veterano de Guerra de Malvinas. "Entonces era fotógrafo aéreo, fotógrafo,
como es hoy mi hijo", contó.
A Hernández, como a los otros integrantes de este escuadrón
les daban órdenes fragmentarias, una serie de letras y números que entendían
solo ellos. Salían de madrugada, a las 3, a las 4 o a las 5, cuando todavía
estaba oscuro. En el aire no hay banquina y el cielo, cuentan los que saben, se
mezcla con el mar. Hay que saber. Volaban en silencio, adentro del avión se hacían
señas; de los radaristas solos escuchaban indicaciones cortas y precisas que
nunca tenían respuestas. Así trataban de evitar ser detectados.
Hernández, como la mayoría de los héroes de Malvinas,
siempre recuerda a los caídos más cercanos. Los lleva como si fueran sus
hermanos, como una manera de enfrentar el olvido. Tiene apellidos que en Paraná
también son nombres de calles: Marizza, Falconier, De la Colina, Lotufo y Luna.
También tiene una fecha: 7 de junio de 1982. Son héroes caídos, pertenecían a
la II Brigada, volaban uno de estos aviones, un Lear Jet 35 A, con matrícula T
24 o Tango 24 en la jerga.
"Nosotros no sabíamos nada, porque no nos avisaron
cuando pasó. De la Colina fue el oficial más antiguo que murió en la guerra.
Rodolfo Manuel de la Colonia", lo nombró como para que nadie lo olvide,
con ese sentimiento que tienen aquellos que recuerdan a sus héroes.
El Escuadrón Fénix, según contó Hernández, realizó 158
misiones de combate en Malvinas y dijo que el regreso fue duro, sobre todo por
la falta de reconocimiento.
De izq a der. Sub aux. mecánico Cuscueta y los cabos principales mecánicos aerofotográficos Henández y Pansa |
"A 34 años todavía no terminamos de ponernos de
acuerdo. Recién ahora los jefes saben que hicimos todas esas cosas. Los cinco
que murieron salían todos los días y cuando pasó eso, al resto no nos querían
dejar subir de nuevo a los aviones. Todos querían ir, los mecánicos se subían
igual. Tengo 60 años y todavía me emociono", contó.
Llegar lejos
El miércoles, Hernández viajó a Buenos Aires junto a su hijo
Juan Manuel y dos de sus compañeros de toda la vida: José María Cuscueta y
Gerardo Panza. Volaron en el Fokker-27, fue uno de los viajes de despedida de
este avión, también emblemático. Se trata de una aeronave que recorrió la
Patagonia y llevó alimentos a los rincones en donde ningún otro llegó.
"Que este avión deje de volar, es como esa frase que decía 'ramal que
para, ramal que cierra'. Es más o menos así. A nosotros nos invitaron para
viajar en ese avión y lo vivimos con sentimiento", contó Hernández que
entró a la fuerza cuando tenía 17 años.
Como la mayoría de quienes combatieron de verdad, por la
Patria, en Malvinas, Hernández respondió una pregunta obligada: "Estoy
orgulloso de haber participado de la Gesta. Si me ordenan o tengo que ir de
nuevo, con los años que tengo, volvería para hacer lo que sé hacer. A Malvinas
la tenemos que seguir difundiendo, para sentir el orgullo por la Patria, el
honor y la gloria por nuestra Bandera".
Los rollos de fotografía con los que trabajaba Hernández
tenían 74 metros de película. Dicen que todavía quedan algunas muestras de
aquel trabajo que ahora cambió con la modernización y la tecnología.
Hernández agradeció al Mayor Pablo Muñoz de Toro por la
invitación a esa conferencia en la que participó, a la que asistieron más de
300 personas y donde sintió que la tarea que realizó fue reconocida.
Cada vez que en Paraná desfilan los combatientes de
Malvinas, lo hacen agarrados de una larga bandera celeste y blanca. Siempre son
los más aplaudidos. "Disculpame la lágrima, pero esto me toca", dijo
Hernández al terminar la entrevista.
DiarioUNO
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