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domingo, 24 de mayo de 2015

Primer teniente p.m. Jorge A. Bono, caído en combate el 24 de mayo de 1982


Recordando al primer teniente p.m. Jorge Alberto Bono piloto de A-4C del Grupo 4 de Caza de la Fuerza Aérea Argentina caído en combate el 24 de mayo de 1982 en las Islas Malvinas.

Relato del entonces Alf. Martinez

"Para la noche del 24 de mayo de 1982 teníamos la seguridad del desembarco inglés en Puerto San Carlos. El día 24 de mayo llegamos temprano a la base, nos colocamos nuestros equipos antiexposición y esperamos la llegada de la orden Fragmentaria.

Mi escuadrilla estaba integrada por el PT José Daniel Vázquez, el Alférez Martínez (yo) y el Tnte Jorge Bono.

Realizamos nuestra navegación junto con el Teniente Lucero. La escuadrilla tenía como indicativo “Jaguar”. Los pronósticos meteorológicos eran bastante buenos y una vez que despegamos mantuvimos nuestra formación en completo silencio hasta el reabastecedor, allí completamos nuestros aviones de combustible y el Jaguar 4 se volvió… Salimos del reabastecedor KC-130, nos colocamos en formación de combate alto y continuamos con el silencio de radio.

Luego de 15 o 20 minutos de salir del reabastecedor comenzamos en descenso según habíamos calculado, para eludir el posible lóbulo de radar.

Ya nos encontrábamos en vuelo rasante y a la vista de la costa oeste de la Gran Malvina, cuando escuchamos que la otra escuadrilla de A-4C, que iba adelante nuestro, había sido interceptada por aviones Harrier. Esto, como es de suponer, aumento mucho más nuestro nerviosismo y tensión, ya que escuchamos las órdenes y gritos de nuestros camaradas que trataban de eludir a los aviones enemigos.

Continuamos rasante y acelerando nuestros aviones a pleno, nos pegamos bien al terreno esquivando todas las elevaciones que íbamos encontrando en nuestra ruta.


Cuando mi instrumental me indicaba que faltaba un minuto de tiempo al objetivo, me invadió una tranquilidad absoluta. Pensé solamente en mi vida, en los míos y me encomendé a Díos.

Ante mis ojos apareció una gran cantidad de buques de guerra; el Nº 1 cerró viraje a la derecha señalando el blanco, pegándose bien al agua y lo seguimos. Vi a mi frente pequeñas nubes de humo negro producidas por la artillería antiaérea de los buques; oprimí fuerte el disparador de cañones, y concentre mi atención en la altura sobre el agua y en colocar mi colimador sobre la silueta del barco enemigo. Pasamos sobre el descargando nuestras bombas; salimos pegados al agua y continúe viendo como la artillería antiaérea seguía disparándonos. Por el espejo retrovisor alcancé a ver una explosión que supuse en ese momento eran los impactos de nuestras bombas.


De pronto mire a mi izquierda y vi al número 3 volando más bajo que yo y perdiendo combustible. Avise la novedad al Nº 1 y esté me confirmó que yo también tenía una pequeña perdida, contestándole que el  tenía un agujero muy grande ya que su combustible se perdía muy rápidamente. Controlamos nuestros instrumentos del motor; todo normal; pérdidas de hidráulico: ninguna. Entonces, le grite al Nº1:

-“¡Al reabastecedor!”

- “¡Vamos!”, me contesto y en ese momento me llene de euforia, ya que la misión estaba cumplida. Salíamos los tres, maltrechos, pero salíamos.

Continuamos un trecho rasante ya que nos habían informado que se habían detectado PAC sobre el Estrecho de San Carlos.

Al llegar a la Gran Malvina, comenzamos el ascenso, una vez que ya habíamos eyectado nuestros tanques suplementarios.

Nos encontrábamos en la Bahía 9 de Julio, (Nº2) iba formando a la derecha del Jefe de Escuadrilla y el Nº3 un poco retrasado y debajo del jefe, cuando observé que el avión del Teniente Bono comenzaba una suave picada con un viraje a la izquierda. Le pregunte si tenía algún problema; estábamos aproximadamente a 7.000 metros de altura.

A-4C fotografiado por tropa britanica, el 24 de mayo de 1982, la aeronave se trataría del ten. Jorge Bono
El Jefe de la Escuadrilla le pregunto su problema y me dijo que no lo veía. Continué viéndolo caer cada vez más picado e inclinado; se le ordeno la eyección. Le volví a gritar que se eyectara, trate desesperadamente de ver salir el asiento eyectable pero no vimos ningún paracaídas y nuestro combustible no nos permitía orbitar para ver lo que tanto deseábamos.

De allí en más toda la euforia se apagó; cada uno continúo con sus pensamientos. De a ratos chequeábamos nuestro combustible remanente, el tiempo y la distancia. El KC-130 nos daba aliento, hasta que, gracias a pilotos, tuvimos a la vista al Hércules; digo gracias; porque ellos se acercaron muchísimo a las islas, tratando de acortar la distancia y ayudarnos en todo.


Comenzamos a descender y fuimos directamente a acoplarnos al KC-130. Allí nos verificaron los agujeros, la gran pérdida del Nº1, el que decidió continuar acoplado hasta próximo al continente ya que eso nos aseguraba en gran medida nuestro retorno.

Continuábamos vigilando el cielo por posibles interceptores enemigos, aunque ya la gran tensión había pasado.

Pronto tuvimos al continente a la vista; nos desacoplamos y fuimos a nuestra base.

Aterrizamos se detuvieron los motores. Yo estaba tenso por los nervios acumulados y totalmente empapados por la transpiración; mi jefe de Escuadrilla ya estaba esperando al pie del avión.

Nos dimos un fuerte abrazo; lloramos en silencio, sin estridencia. Habíamos dejado a otro camarada en nuestras islas; nuestras gargantas estaban mudas. Llegamos a la sala de pilotos y allí todo era euforia y felicitaciones, hasta que se tuvo conocimiento de la falta de uno de los Halcones que no había regresado a su nido; pero como todos los demás que cayeron estaba y estará siempre en el corazón de todos y cada uno de nosotros.

Fuente: Halcones de Malvinas (2005)

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